“Pienso que todos estamos ciegos. Somos ciegos que
pueden ver, pero no miran” (José Saramago)
Existen diversas barreras
que provocan que los educadores no usemos el arte, el ocio y la cultura como
herramienta de inclusión, o que la usemos pero de manera muy parcial, viendo
solo alguna de sus potencialidades. Algunas barreras son de tipo externo. La
crisis, los recortes, la falta de recursos económicos, la falta de tiempo, la
desinformación de lo que se está haciendo en el mundo de la cultura y de
quienes lo están haciendo, el desconocimiento del idioma por parte de las
personas con las que trabajamos… Pero otras, las más importantes para mi, son
barreras que nosotros, como educadores y educadoras sociales, ponemos evitando
sacar el máximo provecho de la cultura y el arte como herramienta de inclusión.
Y con barreras “internas” –las que ponemos los
propios educadores y educadoras sociales- me refiero a falta de interés y de
convicción en el arte, la cultura y el ocio como herramienta de inclusión
social, en esa justificación de que lo social es muy delicado y que por
cualquier cosa se puede “romper”, de lo poco que conocemos el arte y la cultura
así como las personas que lo integran, de la falta de visión y creatividad para
apostar por nuevas vías y nuevas herramientas que faciliten nuestra labor, de
lo controlado que nos gusta tener todos los procesos educativos y de lo mucho
que nos asusta aquello que no podemos controlar o que nos lleva a lo
desconocido… Debe quedar claro que con este blog no me estoy refiriendo a todos
los educadores y educadoras sociales, hay grandes y fantásticas excepciones…
pero e gustaría que hubiera más...
Todavía me acuerdo de una chica que tenía grandes
dificultades para controlar su ira y su rabia, aspecto que le generaba grandes
dificultades en su día a día con familia, pareja, amistades... Todo el trabajo educativo
iba encaminado a controlar esa ira, a ver esa ira como problema al que hay que
buscar una solución. Sin embargo, a través de un taller clown, descubrió que la
rabia era una emoción básica que todos tenemos lo que le ofreció una visión de
la situación diferente a la que tenía, una visión de si misma diferente a la que
tenía, una carga personal menor a la que tenía. Paso de ver un problema a ver una
situación, de buscar soluciones a buscar respuestas. Dejo de juzgarse y
aprendió a canalizar su rabia a través del clown que llevaba dentro. En un fin
de semana recorrió un camino enorme y su inserción social es hoy una realidad. Esta experiencia fue clave en su proceso!!! Y como este hay mil ejemplos...
Reconozco que a mi también me asusta lo desconocido
y que tuve muchas dudas al trabajar el arte, el ocio y la cultura como
herramienta de inclusión. Seguramente por tener una visión muy reduccionista de
lo que se podía conseguir a través de este camino, por mi propia experiencia
personal al haber sido más un consumidor de arte, cultura y ocio que otra cosa,
por no tener una reflexión personal de los aportes que estas herramientas
habían realizado a mi propia vida –que sería yo sin el cine por ejemplo- pero
merece la pena abrirse al cambio, merece la pena desde el momento que un
trabajo bien hecho, serio, responsable, y bien preparado en todo lo que es
arte, cultura y ocio produce bienestar, produce salud, produce buenas sensaciones,
produce movimiento, produce crecimiento personal, produce desarrollo, produce
libertad y creatividad, produce imaginación, produce respuestas a situaciones
en vez de búsqueda de soluciones a problemas, produce una visión sin juicio,
produce inserción y socialización… Merece la pena que bajemos las barreras, que
nos acerquemos al mundo del arte, la cultura y el ocio desde el enorme
potencial que nos ofrece, desde la curiosidad, desde la posibilidad de hacer
cosas diferentes, desde la posibilidad de trabajar con artistas que ofrezcan
nuevas rutas, nuevos caminos… las conexiones entre artistas y educadores
sociales no son sólo probables y posibles, son muy necesarias, llenas de
riquezas y matices, llenas de respuestas a situaciones...